Como cualquier otro recreo, de cualquier otro día, ando solo y sin destino concreto. Cuando a una de esas chicas que están en mi clase y que jamás me han hablado, se le caen todos los apuntes y se desordenan azarosamente en el suelo; aprieto el paso y en segundos estoy a su lado, agachado recogiendo con el mayor cuidado posible todas sus hojas.
- ¿Pero qué haces? ¡Mira como me las has arrugado! Eres insoportable, de verdad. - Estampó la implicada.
Sinceramente, estoy acostumbrado, pero no por ello esto deja de doler y de despedazar lo poco que me queda de autoestima y dignidad.
Pero no es el hecho de que me dijera eso lo más que me humilla, eso es normal. Lo peor es como Margot, aunque tapándose la cara, se burla de mí al compás de todos los que estaban alrededor; la tenía como una de las integrantes del grupo de adaptadas y populares, pero no como una de las crueles compañeras que siempre me tratan como basura.
- Lo siento. - Solté sin más. Y me fui. Una vez más, ruborizado.
A la salida del instituto, llueve con fuerza. Y yo debo llegar caminando hasta casa, no tengo paraguas, tampoco parece que vaya a acampar, por lo que preveía un buen baño.
Salgo, a paso ligero y constante, espero en quince minutos estar ya en casa. Me voy mirando el los charcos, no veo nada, me creo exactamente lo que todos dicen que soy, nada. La definición perfecta es cuando, medio segundo después de verme, mi pie cae dentro del agua y salpica alrededor, me desvanezco. Justo cuando estoy absorto analizándome, pasa un coche bastante más rápido de la velocidad permitida, y me moja completamente.
Ya, visto lo visto, decido aminorar y tomarme el regreso como un paseo diferente. Y así lo hago, camino lentamente dejando que la lluvia llegue a mi piel. Que moje mi pelo, descienda por mis mejillas, tal lágrimas que expresaban, mejor que nada, como me sentía.
Pero al poco tiempo de estar allí, pasmado bajo el manto de agua, escucho un grito ahogado, creo oír mi nombre, y me vuelvo.
- Vaya, ¡Margot! - Era lo último que esperaba verdaderamente.
Llega ligeramente mojada, con los libros bajo el brazo y con su paraguas sujeto en el otro brazo.
- Anda, acércate. Vas a terminar enfermo. - Creo que había corrido para alcanzarme, respira entrecortadamente.
- Ya estoy lo suficientemente mojado como para eso; pero lo haré, gracias. - Me meto bajo el paraguas con ella, nunca había estado tan cerca de Margot, ni de nadie siendo honesto. Olía de maravilla, azafrán.
- David, yo... Yo, lo siento. Antes, me sentí muy mal cuando todos se rieron de ti, cuando tú solo intentabas ayudar a Davinia. - Empieza, parece sincera. Pero me noto contrariado.
- ¿Cómo? Pero si tú también te burlabas de mí.- Necesito alejarme de ella, y lo intento; pero me retiene, agarrándome el brazo.
- Si, lo sé. Eso es lo que peor me hace sentir. Yo no quería hacerlo, es decir, ahora pienso que soy una estúpida. Pero allí, ¿que pensarían si no llego a reírme? No lo sé, fue una tontería, y de verdad, lo siento mucho. - Sé que tiene razón, pero me duele admitirlo. Supongo que sueño que yo estuviera por encima de esa preocupación de como la verán sus amigos. Pero soy un iluso.
- Te creo, no te preocupes. Esperaba que no lo hicieras de verdad. Con eso supongo que me vale. - Intento sonreír.
En ese momento pasamos bajo una marquesina, donde previsiblemente, no vendría nadie durante un buen rato. Margot se queda mirando el banco durante un segundo, suelta sus libros y el paraguas.
- Margot, ¿qué...
Me coge la mano y tirando de mí mientras avanza hacia el parque, dice:
- Anda, sígueme.
En el fondo, me apetece correr bajo la lluvia, gritar, bailar junto a ella. ¡Qué soñador!
Pero para mi sorpresa, eso, o algo parecido, era lo que pretende ella. Me toma por la cintura, se abraza a mi, y se deja caer en el césped completamente anegado.
- Entonces, ¿me perdonas? - Sonríe, y se apoya en mi hombro.
- Claro, ya lo había hecho. - Asiento, con la mayor felicidad que he sentido nunca.
Se pone en pie de un salto, tira de mí. Y comenzamos a bailar, o a intentarlo.
No puedo pensar en nada, ni en mis mejores sueños aparecería algo así. Deseo recompensarla, abrazarla, o tal vez...
Me besa.
Fundidos bajo la lluvia, cierro los ojos, abro mi alma. Me dejo llevar. Es maravilloso.