lunes, 28 de febrero de 2011

Tú eras mi sueño, y estás aquí.

Una fugaz idea rondaba mi mente,
era un efímero e intangible pensamiento.
Tan imposible reprimirlo, como desvelarlo.
Ahondaba un surco en mi pecho, 
cada vez que dormía, cada segundo que soñaba.
Así que, mirándote a los ojos y con la mano en el corazón, 
deja que te lo cuente.
No esperes una superproducción, 
ni tampoco la gran solución de nuestra sociedad.
Es mi pequeño relato, que posiblemente,
solo tú lo sepas, porque solo tú me has prestado atención
y mejor es, pues solo tú mereces escucharlo.
Y solo eres tú quien quiero que lo conozca.
No tengo claro como expresarlo, solo sé que lo siento.
Al cerrar lo ojos, una bruma celeste precede un árbol,
grande, casi divino, miles de florecillas acompañándolo
parecían sonreír a mi paso; aroma matinal, un ambiente especial.
Un asombroso paseo a continuación, baldosas,
aún húmedas del rocío que camina junto a la luna.
No puedo resistirme, quiero agacharme y tocarlas,
tomo una flor a su vez, verde, como la mayor de las esperanzas,
o quizá fuera azul; o probablemente una mezcla de ambos,
como únicamente se hiciese un día en tus ojos.
Diviso un banco, pequeño, tablones de madera cobriza,
tan acogedor como pudiera ser un abrazo que me dieras.
Tengo el irreprimible deseo de llegar a él, ando,
e incluso corro, y lo consigo, llego a él. Con la diminuta flor, 
que espero, te enamore como lo hizo conmigo.
Un paso más, y estoy ya sentado, es formidable.
Intento compartir con alguien mi alegría, pero no hay nadie;
es más, miró más allá de lo que lo había hecho anteriormente,
recobro la conciencia, y me doy cuenta de que el silencio,
opaco, cortante, abarca todo lo que soy capaz de divisar.

Entonces, despierto, sé que mi sueño no era el paraíso.
Mi deseo era contarte que mientras estoy a tu lado,
justo en los instantes en que me miras a los ojos,
me acaricias, los momentos en que te necesito,
y que tan feliz me hacen, me llevan a un oasis inimaginable, juntos.
No es necesario soñar, estamos sentados frente a frente,
yo aún con la infinitamente hermosa flor en mis dedos,
te la brindo, sonríes, la tomas, me abrazas.
Eres mi paraíso, no me sueltes.

lunes, 14 de febrero de 2011

Yo, te amo.

En realidad, te amo.
Solo esas dos palabras,
solo eso lo define todo.
Ni el viento se lo llevará,
ni el mar lo disolverá,
ni siquiera el tiempo,
hará que caiga en el olvido.
Te amo, y nada lo cambiará.
                                       A.

San Valentín.

¿Qué es San Valentín?

En los países nórdicos, es en estas fechas cuando los pájaros se emparejan y aparean, anécdota utilizada para marcar este día como el Día de los Enamorados.
Otros dicen que tal día como hoy, los antiguos romanos adoraban a su Dios del Amor, a quién llamaban Cúpido, pidiéndole encontrar el amor verdadero e ideal.
En la tradicional Inglaterra sin embargo, se recordaba este día como el de la fiesta de los valentinuos, en la que se emparejaba a hombres y mujeres que normalmente acaban siendo marido y mujer y que casi siempre encontraban la felicidad como pareja.
Quizá la más fantástica y entrañable de estas hipótesis sea la de un sacerdote cristiano llamando Valentín, que casaba según el rito cristiano a soldados de romanos a escondidas, ya que esto estaba terminantemente prohibido (se creía que los soldados solteros rendían más en el campo de batalla). En cierta ocasión, este sacerdote decidió mostrar su religión y esas bodas cristianas al emperador de entonces, Claudio II, que se vio tentando por esa religión que los propios romanos perseguían, pero cambió de opinión y ordenó al gobernador de Roma que ejecutará al sacerdote; esa tarea se delegó en un lugarteniente llamado Asterius. Que, con afán de burlarse de Valentín, le instó a que obrará el milagro de devolver la vista asu hija ciega de nacimiento, el sacerdote realizó el milagro en nombre de Jesús, tal fue la repercusión en la niña y su familia que se convirtieron al cristianismo. Pero esto no libró de su castigo al sacerdote Valentín, que fue asesinado un 14 de febrero.
Pero no queda aquí, mientras Valentín estaba preso, esperando su ejecución, un carcelero le pidió que diera clases a su hija, él accedió. Con el paso del tiempo, se enamoró de ella. Y el día antes de su muerte, le dejo una carta firmada con las palabaras "de tu Valentín". De ahí el origen de las cartas de amor y de universal expresión "from your Valentine" con la que se firman numerosas cartas.

De esta leyenda deriva la festividad que hoy tenemos por el día de San Valentín o el día de los  Enamorados. Pero nada más lejos.
Esta leyenda, el significado real de este día, es recordar el amor verdadero, sincero, fiel, que se siente por una persona. Honrar de alguna forma la muerte tanto de este sacerdote como de todas aquellas personas que murieron en algún momento por amor.
¿Y en qué lo ha convertido esta desarrollada sociedad primermundista? En un mero consumismo que desmitifica totalmente el valor de esta fecha. Cierto es que se muestra como una buena escusa para tener un detalle con esa persona a la que amamos, pero un detalle no tiene porqué ser sinónimo de gasto de dinero, tan siquiera tiene la obligación de ser algo físico; habrían detalles que valdrían mucho más que eso, seguro.
En conclusión, demostremos a las personas que amamos lo que sentíamos por ellas los trescientos sesenta y cinco días del año, y más aún en momentos complicados, en eso que el instinto es bajar la cabeza, en esos en lo que la luz aparece tan lejana, ese es el mejor regalo que un enamorado puede hacer; porque sino, no merece a esa persona que le corresponde, ni de lejos.
No sigamos siendo tan hipócritas, y valoremos lo que esto significa de verdad.

domingo, 13 de febrero de 2011

Tu manera.

De una manera incomprensible
de una forma inexplicable
haces fácil lo que es complicado,
cuando tú estás solo a mi lado.
De una manera inimaginable,
de una forma casi imposible,
iluminas el camino mortecino,
que aún si no queremos,
debemos recorrer hasta el final.
Es el camino solitario,
el sendero imperturbable hasta
el horizonte.
Todo desaparece como un suspiro,
la última bocanada de aire.
No consigo vislumbrar lo ocurrido,
pero puedo sentirlo, sobretodo,
puedo sentirte.
Sé que es tu manera.
                                      A.              

sábado, 5 de febrero de 2011

Bailando empapados.

Como cualquier otro recreo, de cualquier otro día, ando solo y sin destino concreto. Cuando a una de esas chicas que están en mi clase y que jamás me han hablado, se le caen todos los apuntes y se desordenan azarosamente en el suelo; aprieto el paso y en segundos estoy a su lado, agachado recogiendo con el mayor cuidado posible todas sus hojas.
- ¿Pero qué haces? ¡Mira como me las has arrugado! Eres insoportable, de verdad. - Estampó la implicada.
Sinceramente, estoy acostumbrado, pero no por ello esto deja de doler y de despedazar lo poco que me queda de autoestima y dignidad.
Pero no es el hecho de que me dijera eso lo más que me humilla, eso es normal. Lo peor es como Margot, aunque tapándose la cara, se burla de mí al compás de todos los que estaban alrededor; la tenía como una de las integrantes del grupo de adaptadas y populares, pero no como una de las crueles compañeras que siempre me tratan como basura.
- Lo siento. - Solté sin más. Y me fui. Una vez más, ruborizado.

A la salida del instituto, llueve con fuerza. Y yo debo llegar caminando hasta casa, no tengo paraguas, tampoco parece que vaya a acampar, por lo que preveía un buen baño.
Salgo, a paso ligero y constante, espero en quince minutos estar ya en casa. Me voy mirando el los charcos, no veo nada, me creo exactamente lo que todos dicen que soy, nada. La definición perfecta es cuando, medio segundo después de verme, mi pie cae dentro del agua y salpica alrededor, me desvanezco. Justo cuando estoy absorto analizándome, pasa un coche bastante más rápido de la velocidad permitida, y me moja completamente.
Ya, visto lo visto, decido aminorar y tomarme el regreso como un paseo diferente. Y así lo hago, camino lentamente dejando que la lluvia llegue a mi piel. Que moje mi pelo, descienda por mis mejillas, tal lágrimas que expresaban, mejor que nada, como me sentía.
Pero al poco tiempo de estar allí, pasmado bajo el manto de agua, escucho un grito ahogado, creo oír mi nombre, y me vuelvo.
- Vaya, ¡Margot! - Era lo último que esperaba verdaderamente.
Llega ligeramente mojada, con los libros bajo el brazo y con su paraguas sujeto en el otro brazo.
- Anda, acércate. Vas a terminar enfermo. - Creo que había corrido para alcanzarme, respira entrecortadamente.
- Ya estoy lo suficientemente mojado como para eso; pero lo haré, gracias. - Me meto bajo el paraguas con ella, nunca había estado tan cerca de Margot, ni de nadie siendo honesto. Olía de maravilla, azafrán.
- David, yo... Yo, lo siento. Antes, me sentí muy mal cuando todos se rieron de ti, cuando tú solo intentabas ayudar a Davinia. - Empieza, parece sincera. Pero me noto contrariado.
- ¿Cómo? Pero si tú también te burlabas de mí.- Necesito alejarme de ella, y lo intento; pero me retiene, agarrándome el brazo.
- Si, lo sé. Eso es lo que peor me hace sentir. Yo no quería hacerlo, es decir, ahora pienso que soy una estúpida. Pero allí, ¿que pensarían si no llego a reírme? No lo sé, fue una tontería, y de verdad, lo siento mucho. - Sé que tiene razón, pero me duele admitirlo. Supongo que sueño que yo estuviera por encima de esa preocupación de como la verán sus amigos. Pero soy un iluso.
- Te creo, no te preocupes. Esperaba que no lo hicieras de verdad. Con eso supongo que me vale. - Intento sonreír.
En ese momento pasamos bajo una marquesina, donde previsiblemente, no vendría nadie durante un buen rato. Margot se queda mirando el banco durante un segundo, suelta sus libros y el paraguas.
- Margot, ¿qué...
Me coge la mano y tirando de mí mientras avanza hacia el parque, dice:
- Anda, sígueme.
En el fondo, me apetece correr bajo la lluvia, gritar, bailar junto a ella. ¡Qué soñador!
Pero para mi sorpresa, eso, o algo parecido, era lo que pretende ella. Me toma por la cintura, se abraza a mi, y se deja caer en el césped completamente anegado.
- Entonces, ¿me perdonas? - Sonríe, y se apoya en mi hombro.
- Claro, ya lo había hecho. - Asiento, con la mayor felicidad que he sentido nunca.
Se pone en pie de un salto, tira de mí. Y comenzamos a bailar, o a intentarlo.
No puedo pensar en nada, ni en mis mejores sueños aparecería algo así. Deseo recompensarla, abrazarla, o tal vez...
Me besa.
Fundidos bajo la lluvia, cierro los ojos, abro mi alma. Me dejo llevar. Es maravilloso.

jueves, 3 de febrero de 2011

Siempre viene bien un chiste.


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La risa, la mejor terapia.

Tres borrachos entran en un bar a las tantas de la noche.
Dos ellos llevan en volandas al tercero; y al soltarlo se queda tendido en el suelo. Uno de los que seguían en pie, empieza a vomitar sin descanso. Y el tercero, tambaleándose, se sienta en una mesa:
- Cama...reshro!
- Si, señor.
- Buenas... mmme pone tresh whishkish y otrosh tresh para mmmi ammmigo que eshtá en el bashño vomitashndo.
- De acuerdo; ¿y su compareño, el que está en el suelo? ¿No querrá nada?
- Mmm, nno, eshe ya no bebe mmash, que tiene que connnducir.

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Dos gallegos se encuentran de vuelta del trabajo.
- ¡Hola Manolo! ¿Qué llevas en ese saco?
- Pollos Benancio, pollos.
- Anda. Y si adivino cuántos llevas, ¿puedo quedarme con uno?
- Mejor. Si adivinas cuántos llevo, te puedes quedar con los dos.

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Entran dos alumnos media hora después de que comenzará la clase. Y la profesora pregunta:
- Pero, ¿qué hace usted llegando a esta hora?
- Disculpe. Es que estaba soñando que viajaba por todas las partes del mundo.
- Ah, ¿y usted?
- ¡Yo fui a recibirle al aeropuerto!