martes, 14 de diciembre de 2010

Amalia (Cap.1)

- ¡Amalia, Amalia! ¡Es casi mediodía! ¿No piensas levantarte? 
- ¡¿Qué?! ¿Raquel, hablas en serio, mediodía? !No puede ser!
Se supone que he quedado con Natalia, luego iré a ver a Néstor y más tarde deberé pasar por casa de Lorena para ir juntas a la Universidad. Y me quedo dormida hasta el mediodía, esto no me puede estar pasando.
Tomo el desayuno a la vez busco que la ropa que me pondré; por muy poco no he destrozado la taza al meterla en el lavaplatos. Me meto en la ducha, y lo más rápido posible ya estoy vestida y aseada. Consigo preparar mis cosas y estar en el coche media hora después de levantarme, dentro de lo malo, no ha sido catastrófico.
Ya en camino consigo evadirme por un rato, ayudada por la música del CD que Néstor me regaló en mi cumpleaños. 
Yo me llamo Amalia, soy una chica de veintidos años y estoy a punto de terminar la carrera de sociología, de hecho, toda esta prisa que llevo hoy tras despertarme a semejantes horas es porque no sé si lograré hacer todo lo que quería antes de ir a la facultad para hacer uno de los exámenes finales. Soy una persona normal, no destaco entre los demás, mi estatura es más bien baja que alta, mi tez no llega a ser morena, pero tampoco es excesivamente clara y mi belleza no es tan excepcional como para deslumbrar. Según me definen mis amigos, conocidos, y sobre todo mi familia, soy un persona muy sincera, humilde y muy agradable; yo pienso que soy un poquito vaga en algunos aspectos, pero comparto esa opinión, no me gusta tratar mal a la gente, ni tampoco sentirme superior a nadie, cuanto menos, mentir. Además, desde pequeña me ha gustado lo sencillo, vivir tranquila, sin molestar a nadie, y si es posible, sin que nadie me moleste; debido a ella, muchas personas me han acusado de ser una persona demasiado pasiva, que deja pasar las oportunidades ante sí casi sin inmutarse. 
Ahora ocupan mi cabeza cientos de cosas, aunque no debería ser así, puesto que estoy conduciendo y podría fácilmente pasar por alto cualquier detalle que provocara un accidente. Pero pocas son las personas hoy en día que van cien por cien concentradas en la carretera y en tráfico, más que nada por que no hay persona sobre la tierra que carezca de preocupaciones. 
Volviendo a esas cosas que ocupan mi mente, pienso en mi amiga Natalia, que perdió a su abuela hace una semana y eso, lejos de unir más a sus padres, los ha distanciado, aparentemente, porque su padre no entiende que su esposa se muestre tan afligida ante la muerte de su propia madre; algo que, en mi opinión, es ilógico, pues solo tenemos una madre, y la muerte es lo único irrecuperable e irreparable que conozco, vale que ya no hay remedio, y vale que así solo conseguiremos sentirnos mal, pero es su madre quién se ha ido, ¿qué persona que no haya pasado algo así es capaz de juzgar de alguien porque sufre debido a ello? Personalmente, no me parece nada correcta su actitud; aunque siempre lo he considerado un hombre sensato con unos principios bien afianzados. 
Otra cosa que revolotea por mis desorganizados pensamientos es Néstor, mi actual novio, que se presentaría esta mañana a una entrevista de trabajo, en un periódico deportivo. Con quién había quedado para almorzar, para tratar, entre otras cosas, los resultados de su encuentro con el director del diario deportivo.
Aunque no parezca cierto, ha trancurrido media hora y ya estoy a punto de llegar a la plaza de la ciudad, donde he quedado con Natalia. Y parece que hoy, a diferencia de la mayoría de días laborales, no será un infierno hallar un aparcamiento.
Me bajo del coche, paso por el restaurante al que Néstor y yo solemos ir con frecuencia, reservo una mesa para las dos; y me encamino hacía la terraza del kiosko, donde ya consigo ver a mi amiga.
A.

1 comentario:

  1. me encanta.... espero que sigas contando la historia...^^ y espero engancharme!

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